Nuestra mente sexista, los prejuicios sociales y las dudas en torno a lo “políticamente correcto” impiden que el problema de la violencia en las relaciones de pareja sea comprendido desde el plano de la plena y sana igualdad.
Eternas víctimas, término políticamente incorrecto para un sector de nuestra sociedad actual, y como medio de libre expresión para crear una opinión que permita progresar en el actual panorama de ideología de género e igualdad que fomentan las instituciones y poderes públicos, muy injusta cualitativa y cuantitativamente con los hombres, que soportan aberraciones legales y judiciales en relación a la igualdad y a la presunción de inocencia como derechos fundamentales.
Nuestra actual Ley de protección integral contra la violencia de género no protege a las verdaderas víctimas del maltrato, no solo tolerando, sino fomentando cifras de denuncias archivadas y falsas en torno a un 75% de las presentadas. Un panorama desalentador que destruye vidas, familias, separa a hijos de sus padres, inyectando el odio, el rencor, la ira en las personas y en nuestra sociedad.
Como persona y padre padezco este sistema injusto, al igual que cientos de miles de mujeres y hombres, hijos e hijas, abuelos y abuelas, tíos y tías, menores de edad y adultos…, en contraposición con el eje sustentador: la mujer, como refiere esta ley, «por el hecho mismo de serlo».
La violencia de género actual es un tipo de violencia que padecen únicamente las mujeres, una deducción errónea ya que otorga al varón el rol inamovible de agresor y a la mujer la condición infranqueable de víctima. Además, este tipo de violencia concibe al hombre como responsable de la agresión, realizada con el único propósito de mantener la situación de desigualdad que padecen las féminas y, exclusivamente, en aquellas circunstancias en las que el sexo femenino agrediese al varón sería porque se están defendiendo. Todo esto genera conceptos carentes de veracidad e introducen sesgos en la realidad.
Se utiliza esta expresión «violencia de género» y provoca prejuzgar de forma errónea a los hombres, obviando que existen mujeres que emplean violencia y que, de la misma manera que hay víctimas mujeres hay víctimas hombres. De esta forma, surge la invención de que el hombre casi siempre es el maltratador y la mujer la víctima.
Afirmación que han desmentido los investigadores al comprobar que la violencia que se da en la pareja, puede efectuarla tanto un hombre como una mujer (TOLDOS ROMERO, M.P., 2013).
Tras un largo proceso personal he comprendido este significado. Uno no se da cuenta de la noche a la mañana, es un tiempo largo de madurez individual.
Nuestra sociedad no contempla la figura de hombre maltratado, porque tanto histórica, social y culturalmente sostiene el rol femenino que caracteriza a la mujer como un sujeto endeble, sumiso y afectuoso, manifestándose que no son capaces de realizar comportamientos violentos atribuidos a los hombres. ¡ES FALSO! Doy buena fe de ello.
Mi energía vital y mi existencia, una vez soportada por mi esta carga de injusticia social, legal y judicial, se centra en el activismo por la igualdad entre personas, y oposición y erradicación de todo tipo de violencia sobre las mismas, independientemente de su sexo, como colaborador desde el 2.017, integrante de la asociación «Custodia compartida: por los derechos del menor y la familia».
Tocar estos temas parece que está mal visto, se etiqueta de machista, y se está desinformando a la sociedad por parte de los poderes públicos y los medios de comunicación mayoritarios sobre la realidad de las personas maltratadas y las verdaderas víctimas.