Día 24 de Adviento 2024: la puerta de la Esperanza

El Nacimiento de Jesús: La Luz de la Justicia y la Esperanza

En una humilde aldea de Belén, hace más de dos mil años, el mundo fue testigo del evento que cambiaría la historia para siempre: el nacimiento de Jesús de Nazaret. En medio de la oscuridad y la opresión de su tiempo, el mensaje de su llegada trajo una promesa universal de justicia, reconciliación y esperanza.

El Niño nacido en un pesebre no solo fue una señal de la intervención divina en la historia humana, sino también el inicio de una revolución espiritual y moral. Su vida, enseñanzas y sacrificio redefinieron el concepto de justicia, no como un simple equilibrio de fuerzas humanas, sino como un llamado a la restauración, la misericordia y el amor incondicional.

Salmo 71, I-II

1Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
2para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

3Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
4que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

5Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
6que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

7Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
8que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.

9Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
10que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
11que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

* * *

12Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
13él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
14él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

15Que viva y que le traigan el oro de Saba;
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.

16Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

17Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

18Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
19bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!

Literariamente, el poema es una mezcla de plegaria y de manifestaciones con oráculos sobre el futuro mesiánico, y así, los verbos oscilan entre el optativo y el futuro. El estilo es vívido, salpicado de metáforas frescas y expresivas; pero el ritmo es poco regular.

Podemos distinguir cuatro partes en este salmo:

  • deseo para el rey de una justicia perfecta y una paz indefectible, vv. 1-4;
  • descripción del reino eterno y universal mesiánico, vv. 5-11;
  • solicitud con los humildes y menesterosos, vv. 12-15;
  • fertilidad como la del Edén y gloria del rey, vv. 16-17. Finalmente, se añade la doxología a la colección de salmos davídicos, vv. 18-19.

El salmo 71 no se adecúa a ningún Rey histórico en concreto, tratándose del ideal que anhela el pueblo de Israel y del corazón de cada uno de nosotros, remarcando que no existe ninguna referencia a un suceso histórico en concreto.

El Rey y Reino sobrepasan a un reinado terrenal. Justicia y paz ilimitadas en el tiempo con universalidad, que los profetas atribuyen a la presencia del Mesías. La Iglesia lo acepta en sentido mesiánico y lo aplica de manera especial a los Reyes Magos de Oriente que vienen a ofrecer sus dones. El salmo pide que nos unamos en la oración para que todos unidos a este Rey, participemos en la victoria de Dios.

Aplicación casuística a las Puertas de Rohan del «Señor de los Anillos»

Gandalf, Aragorn, Legolas y Gimbli se encuentran a la espera de ser introducidos tras las puertas del castillo de Rohan para visitar al rey Theoden, para colaborar en la solución de los graves problemas que les persiguen. Entran, depositan las armas, se resisten a su desarme y entran a una gran sala.

Aragorn les invita a contemplar una estatua especialmente iluminada, la de Eorn el Joven. Llegan a la presencia del rey, anciano, encorvado, sentado en su trono. Gandalf se dirige al mismo como portavoz del grupo: «La tempestad se aproxima y todos los amigos deben unirse». En realidad, lo que dice tiene vital importancia.

Theoden responde con parsimonia y de mala gana: «Tu bienvenida es aquí dudosa, siempre has sido portavoz de malos augurios y tribulaciones que te persiguen como cuervos y casi siempre las peores». Eoner le contó que Galdalf había caído y el rey le responde que tampoco lloró por él, pero las noticias que llegan de lejos rara vez son ciertas, y ahora has vuelto Galdalf. Estas resultan unas palabras muy maleducadas por parte del rey Theoden.

Gandalf no se amedrenta, pasa por encima, él sabe lo que quiere, él descubre lo que hay en el corazón del rey angustiado, torturado, por malos consejos, por esa sensación de debilidad porque acaba de morir su hijo en una batalla con los orcos, y de esta forma, se encuentra angustiado, hundido. De esta manera, Gandalf replica que hay dos formas en que un hombre ha de traer malas nuevas: puede ser un espíritu maligno o bien uno de esos que prefieren la soledad y solo vuelven para traer ayuda en tiempos difíciles.

Ex cursus, el pasaje del Éxodo cuenta de los padres del desierto que estaban retirados en el desierto de Egipto, en la Tebaida, y que cuando se desataba una persecución, o había una epidemia, y las gentes estaban pasándolo mal, ellos acudían para ayudar, fortalecer, no para regodearse de las dificultades ajenas, sino todo lo contrario, para ser «fermento en medio de la masa».

Añade Gandalf, «la hospitalidad ha disminuido bastante en este castillo desde hace tiempo. Rara vez un señor de Rohan ha tenido el honor de recibir unos huéspedes tan ilustres» (en alusión a Aragorn, Légolas y Gimbli).

Y después, tras intervenir el consejero Lengua de Serpiente, Gandalf se presenta con toda su grandeza, se despoja de ese manto que lo recubre, e impone silencio a Grina (el consejero), para hablar claramente con el rey Theoden: «No todo es oscuridad, tened valor». Y añade: «No tengo ningún consejo para darle a aquel que desespera. Si caemos en la desesperación ya los consejos no valen. Sin embargo, si mantenemos la esperanza, la ayuda, los consejos de los demás, harán que salgamos de nosotros mismos y que descubramos el verdadero camino».

Conclusión

En este post hemos reflexionado sobre cómo el nacimiento de Jesús es mucho más que una historia entrañable: es una declaración de que la verdadera justicia comienza con el reconocimiento de la dignidad de cada persona y la reconciliación con Dios. Un mensaje que, hoy más que nunca, sigue siendo una fuente inagotable de esperanza para un mundo que anhela justicia y paz. ¡Acompáñanos en este viaje hacia el significado profundo de la Navidad!

El Nacimiento del Señor que vivimos con esa esperanza profunda, intensa, grandiosa, del Dios con nosotros. En este año nuevo del Jubileo 2025, abramos la puerta de la Esperanza.

«Spes non confundit», «la esperanzano defrauda» (Rm 5,5). Bajo el signo de la esperanza el apóstol Pablo infundía aliento a la comunidad cristiana de Roma. La esperanza también constituye el mensaje central del próximo Jubileo, que según una antigua tradición el Papa convoca cada veinticinco años. Pienso en todos los peregrinos de esperanza que llegarán a Roma para vivir el Año Santo y en cuantos, no pudiendo venir a la ciudad de los apóstoles Pedro y Pablo, lo celebrarán en las Iglesias particulares. Que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1).

Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza. La Palabra de Dios nos ayuda a encontrar sus razones. Dejémonos conducir por lo que el apóstol Pablo escribió precisamente a los cristianos de Roma.

Una Palabra de esperanza

https://www.vatican.va/content/francesco/es/bulls/documents/20240509_spes-non-confundit_bolla-giubileo2025.html

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